La adolescencia, es un proceso dinámico,  una etapa del desarrollo de la persona que transcurre   entre la niñez y la vida adulta, que implica la reestructuración de valores, actitudes, intereses, normas y pautas de  comportamiento sicológicas y sociales. Simultáneamente con el  proceso biológico que involucra cambios en la estructura morfológica y fisiológica corporal ocurren una serie de eventos psicoemocionales, así como un proceso de adaptación al grupo sociocultural de su tiempo y entorno, que lo llevan a alcanzar la madurez físico-psíquica y el estatus adecuado que le permiten asumir responsabilidades, ejercer deberes y tener derechos de adultos.

 

Se puede dividir  la adolescencia en tres etapas: Temprana de los 10 a los 14 años, media de los 15 a los 17 años y tardía de los 18 a los 20 años. En cada una de ellas se realizan cambios en el desarrollo cognitivo, emocional, social y moral del individuo.

 

Durante la adolescencia, el ser humano debe realizar procesos fundamentales: adquisición de  autonomía y afianzamiento de su propia identidad, pertenencia y aceptación por parte de un grupo social y elaboración   de  un proyecto de vida. A pesar del incremento en el nivel educativo de nuestros jóvenes en Colombia y las implicaciones positivas para su desarrollo, la influencia de los medios de comunicación,  la mayor libertad que tienen los adolescentes en la sociedad y la modificación en la escala de valores; han repercutido en una palpable realidad: “actualmente nuestros adolescentes  inician  la actividad sexual a temprana edad lo cual se ve reflejado en el mayor número de embarazos no deseados y abortos e infecciones de transmisión sexual”.

 

Las consecuencias de un embarazo en la población adolescente se traducen en constantes sociales y económicas que retrasan el desarrollo de nuestro País: repetición de los ciclos de pobreza, deserción ó dificultades para continuar en el sistema educativo, baja productividad e ingreso temprano a la vida laboral.

 

También se reflejan en el incremento en la fecundidad y en la mortalidad materna en las adolescentes, vulneración de los derechos humanos, sexuales y reproductivos. Además de las implicaciones personales que conlleva un embarazo a temprana edad.

El  promedio del inicio de la actividad sexual en las mujeres colombianas es de 14,8 años, actualmente, según  la última encuesta nacional de demografía y salud, 23 de cada 100 mujeres menores de  19 años están o han estado embarazadas en algún momento.

La realidad en el Departamento del Meta, es más cruda y despiadada como podemos ver según información recolectada de las estadísticas vitales generadas por el Departamento Nacional de Estadísticas:

Para el año 2005, de 15.922 embarazos, 3.840 es decir el 24,12% correspondían a niñas y mujeres con edades entre los 10 a 19 años.

Para el año 2006, nacieron 14.584 metenses de los cuales 3.649, es decir el 25,02% eran hijos de niñas y mujeres en el mismo rango de edad.

Durante el 2007, el 26,26% de los embarazos en el Departamento del Meta, es decir 4.065 niños y niñas de un total de 15.481 eran hijos de una mujer con menos de 19 años de edad.

Por último, en los años 2008 y 2009, se ha presentado una ligera disminución bajando esta cifra al 25,90% por cada 100 nacimientos, aún muy por encima del promedio nacional.

Todos estos jóvenes comenzaron demasiado pronto a experimentar con sus cuerpos y a practicar el sexo, y no son plenamente conscientes de que las consecuencias de no practicarlo con seguridad pueden condicionar el resto de su vida. Y no nos referimos sólo a quedarse embarazada demasiado pronto, sino también a las enfermedades de transmisión sexual, algunas de las cuales pueden llegar a ser muy graves y fatales.

De igual forma, las consecuencias del embarazo en la población adolescente se traducen en constantes sociales y económicas que retrasan el desarrollo del País, generando repetición de los ciclos de pobreza, deserción ó dificultades para continuar en el sistema educativo, baja productividad e ingreso temprano a la vida laboral.

Estoy segura que la clave está en comprender y escuchar a los y las adolescentes en lo referente a sus gustos, deseos, necesidades y expectativas, sólo así podremos conjuntamente encontrar caminos que nos conduzcan a manejar este tema con responsabilidad y seriedad. Fortalecer además el diálogo entre padres es una estrategia determinante para incidir en la toma de decisiones asertivas frente a la sexualidad.