El pasado martes 4 de septiembre los oyentes de W Radio en Colombia nos estremecimos con el testimonio de un padre que en medio de lágrimas relataba la impotencia que le generaba la situación actual de drogadicción de su hijo de tan solo 17 años, quien hace cuatro es esclavo de este flagelo,  no quiere estudiar, se ha escapado 4 veces de centros de rehabilitación, no tiene sueños para un futuro y ya no quiere vivir cerca de su familia.

En medio de su desesperación este padre ha tocado varias puertas: especialistas, Policía, medios de comunicación, con tal de obtener una salida que le permita sacar a su hijo de esa situación antes de que sea demasiado tarde.

Este es uno de los muchos casos que demuestran que nuestros jóvenes y el país se encuentran inundados de sustancias psicoactivas.

Anteriormente Colombia era reconocida solo por ser uno de los principales productores de cultivos ilícitos pero hoy, tristemente, es el cuarto país de Latinoamérica donde hay más consumidores de estas sustancias.

Pero, ¿Cómo llegamos a este panorama?

Esta problemática va relacionada con  la producción  desbordada de los últimos 8 años y los grandes problemas que viven las familias en su interior.

Si observamos las cifras, en  la década del 90 se multiplicaron los cultivos de coca de manera exponencial en un 350%, este crecimiento se dio como consecuencia de la despenalización del consumo de la dosis personal, gran error del magistrado de la Corte Constitucional Carlos Gaviria Díaz, el cual  marcó a nuestras generaciones.

En la primera década del 2000 se redujeron  los cultivos en 40% resultado de la puesta en marcha de un plan integral compuesto por la fumigación, la erradicación manual y una lucha frontal contra las organizaciones criminales.

No obstante, durante el primer año del gobierno de Juan Manuel Santos las cifras comenzaron a cambiar. En este periodo se incrementaron los cultivos en cerca de un 4%. En el segundo y tercer año el aumento fue de 25%. Para  2014 fue de  45% y en 2015 ya estábamos por el 70% de aumento en comparación a la cifra de 2010.

Actualmente tenemos más de 200 mil hectáreas de coca, camufladas en regiones de frontera, en sectores de difícil acceso para las autoridades, pero no para los grupos irregulares que se han dedicado a inundar calles de municipios y ciudades con droga poniéndola al alcance de nuestros niños y jóvenes.

¿Cuál sería la solución? Recientemente, junto con el senador José Luis Pérez, citamos a un debate de control político en la Comisión Segunda del Senado al Ministro de la Defensa para que nos respondiera algunas preguntas acerca de la nueva estrategia que quieren implementar de fumigación con drones.

Colombia sería la pionera en implementar este tipo de tecnología para acabar con los cultivos ilícitos ¿pero será ésta la salida más efectiva? ¿Cómo decirle a un campesino que cambie un cultivo de coca que le deja $80 mil pesos de ganancia diaria por uno legal del que sólo obtendrá $35 mil?

Hoy hago un llamado de atención al gobierno del Presidente Iván Duque, para que no sólo piense en la fumigación, sino para que implemente una política de restitución integral, en donde el objetivo no solo sea eliminar  las plantas sino  brindar un acompañamiento cercano a las familias cultivadoras , que les garantice mejores ingresos.

Aplaudo la iniciativa sobre la penalización de la dosis mínima. Este es un paso fundamental para la protección de estas nuevas generaciones. Pero es imperativo ir más allá y ofrecer un apoyo total al enfermo y a la familia.

Con un trabajo articulado en varios frentes, acompañamiento en la sustitución en condiciones justas, el castigo a quienes comercializan y el tratamiento a quienes han caído en las drogas, estoy segura de que Colombia, por fin, podrá quitarse el yugo que por décadas ha querido destruir a cientos hogares y a nuestra Nación.