"Todos los delitos son condenables, pero el abuso, violación y asesinato de un menor no puede tener perdón de Dios, ni de la sociedad".

Neiva, diciembre 12 de 2016.- Lo que está ocurriendo en Colombia con violadores, pederastas, pedófilos y otros delincuentes sexuales, es grave en crímenes que van acompañados de secuestro, tortura y asesinatos como el que acaba de ocurrir con la niña Yuliana Andrea Samboní en Bogotá, por un delincuente de cuello blanco, hecho que ha conmovido a nuestra sociedad.



Nos corresponde actuar en consecuencia dando respuesta a tamaño problema, donde las principales víctimas son los niños. El año pasado según datos de Medicina Legal, 917 menores fueron asesinados, 44 tenían menos de 4 años; así mismo, 19.000 fueron abusados sexualmente, más del 80% eran mujeres; en 2.608 casos los pequeños no tenían ni 5 años y en 5.431 estaban entre los 5 y los 10 años. Hoy, más de 1.000 violadores están en la calle porque ya cumplieron sus penas, incluso 200 de ellos tienen libertad condicional en sus casas.



Ante tan cruda realidad, a pesar de las altas penas para este tipo de delincuentes, especialmente las del femicidio y frente a la debilidad en la aplicación de justicia y a falta de una política criminal pertinente, dado el impacto colectivo por el caso de Yuliana, reaparecen iniciativas legislativas como la pena de muerte, cadena perpetua o la castración química para este tipo de delincuentes. No he creído en la pena de muerte para ningún delito en Colombia, entre otras cosas por debilidad del sistema judicial donde se cometen tantas injusticias.



Lo aconsejable es una política criminal de Estado sobre la materia, donde conjugue elementos de salud pública y de administración de justicia, para lo cual estoy proponiendo una comisión de alto nivel que recoja estas iniciativas, definiendo el instrumento legal que ejemplarice la pena y evite la impunidad, alrededor de tipos penales establecidos o la implementación de la cadena perpetua como pena principal para este tipo de delitos, y recurramos a una complementaria como la castración química, que consiste en inyectar el medicamento Depo-Provera, que bloquea la producción de testosterona e inhabilita el deseo sexual para impedir que estos delincuentes reincidan.



Todos los delitos son condenables, pero el abuso, violación y asesinato de un menor no puede tener perdón de Dios, ni de la sociedad.