Los estímulos electorales constituyen una original herramienta de motivación del votante, hasta ahora sin antecedentes en el derecho electoral comparado. Durante estos cinco años de aplicación, ellos han contribuido al urgente propósito de devolverle la legitimación al sistema político colombiano. Gracias a ellos (y a otros factores circunstanciales) se ha logrado romper en buena medida el mito de la abstención electoral endémica de nuestro pueblo: una avalancha de nuevos sufragantes, especialmente jóvenes, ha concurrido a las urnas en los comicios de octubre de 1997 para autoridades territoriales, de marzo de 1998 para Congreso, de mayo y junio de 1998 para presidente de la República y de octubre de 2001 para autoridades departamentales y municipales.